Por norma general no suelo compartir por aquí demasiados viajes sin contar con una buena excusa que me lleve a ello. Y ese tipo de excusas son algo así como Cuaderno de viaje o alguna reseña de algún libro que me recuerde un lugar o una sensación que me transporte a ese viaje y por ello decida usar sus fotos.
No suelo compartirlas y eso que tengo mucho mucho material. Porque fotos tengo muchísimas. Tantas como se pueden recopilar durante más de 13 años haciendo fotos con mi cámara año tras años, viaje tras viaje.
Las del principio eran para verlas y las de ahora tampoco me parecen la hostia. Siendo crítica conmigo misma, creo que no he mejorado demasiado de unos cuatro años hacia acá. Supongo que porque hago menos fotos.
Pero estas Navidades, en el viajito que nos hemos regalado E y yo, con J por primera vez, pensé en que ya que no tenía el mismo tiempo que tuve en Portugal para escribir por el blog lo que me iba regalando cada día, haría una especie de diario fotográfico. Hacía un frío que pelaba e hice menos fotos de las que me hubiese gustado, pero siempre suele quedar algo que merece la pena.
Debido a mi idea de ese diario fotográfico, fui seleccionando determinadas fotos y con la aplicación Unfold fui editándolas para subir a stories. Mi intención era dejar el trabajo hecho para más tarde publicarlo directamente en el blog y añadirle una historia {¿os acordáis de Una foto, una historia?, pues algo parecido}
Y hoy aquí, frente al ordenador, lo primero que he decidido ha sido «jugar» un poco más con las fotos, volviéndolas a editar {porque para aprender tengo que trabajar más en ellas} y la historia que imaginé, tal vez se transforme en algo distinto. Porque no sé que saldrá, experimentando me hallo.
La que me sigue desde hace años tal vez sabrá que solemos viajar en Navidad. Todo empezó porque E y yo somos de ciudades distintas y cuando empezamos, no queríamos pasar la Nochevieja ni en una ciudad ni en otra. No le encontrábamos demasiado sentido. Lo cierto es que desde hace doce años nuestros planes para el fin y comienzo de año se centraban en celebrarlo en un nuevo destino.
Y por suerte, todas las Navidades lo hemos conseguido. Nos hemos peleado en la empresa por las vacaciones, a veces el viaje nos ha costado económicamente más de la cuenta {sobre todo al principio} y alguna que otra vez la familia no lo ha entendido. Los últimos doce años menos la Navidad 2010-2011, que a mi me tocó ir a trabajar a Caracas por tres meses y pasé las fiestas trabajando a destajo.
A veces, sobre todo estos años, he sido un poco más reacia a volver a viajar. Este año, por ejemplo, con J tan chiquito. Pero mi malvado se porta tan bien, que no me ha ayudado como «contra» frente a su siempre entusiasmado padre, que le nombras la palabra «viaje» y responde «¡venga!». He insistido, con más «contras» en la balanza, pero al final siempre me gana. Yo creo que por una razón: porque en mi fuero interno yo quiero seguir viajando si o si.
Pero en algo si que he ganado este año. Teníamos que hacer un viaje cortito, tranquilo.
Y es así como cuadró en nuestros planes Eslovenia.
No creáis que somos la bomba eligiendo destino. O especialitos. O raros. Lo cierto es que ya hemos viajado a muchos lugares y los destinos se van reduciendo por distintos motivos: porque nos tienen que cuadrar en tiempo, porque el vuelo tiene que ser desde Málaga, porque se deben ajustar más o menos al presupuesto, etc.
¿Entonces? Eslovenia. Eslovenia para la Navidad 2019-2020.
Resulta que Eslovenia está a tan sólo una horita y media del aeropuerto de Venecia, y a Venecia llega vuelo directo desde Málaga. Esa fue también nuestra ruta hace unos años, que hicimos un road trip por Croacia también desde Venecia. ¿País estratégicamente colocado entre Italia y Venecia? Exacto, Eslovenia.
Es por eso que pisábamos por segunda vez este país, entre otras cosas porque la primera vez nos quedamos con muchas ganas de conocerlo mejor. En nuestra primera visita nos dio tiempo a ver la cueva de Postonja y el castillo de Predjama, además de un paseo rapidísimo por Liubliana y en mi caso, un helado junto al río. Un día con el vuelo incluido. Cuánto hacíamos entonces.
Está vez todo ha sido más tranquilo. Y no creáis que lo he disfrutado menos.
La primera tarde, tras dejar las maletas en nuestro apartamento en Lesce {y flipar porque tenía un ventanal enorme desde el que se veían un montón de montañas casi totalmente nevadas}, nos fuimos a Radovljica, un pueblo muy pequeñito y muy cercano. Había un pequeño mercadillo navideño. Y unas luces preciosas. Y lo mejor, un montón de pequeños coros formados por amigos que de repente te encontrabas ensayando por cada rincón. En la iglesia, bajo los soportales, bajo una farola bien iluminada. Cual fue nuestra sorpresa cuando en el centro de la plaza empezaron a cantar en serio.
Qué sensación. Qué bonito. Recordé entonces que cuando terminamos nuestra visita aquella primera vez en la cueva de Postonja, me emocionó muchísimo que un coro nos cantara para despedirnos. Recuerdo que se me puso la piel de gallina de la emoción, y esta vez, en el mercadillo, me sucedió algo muy parecido.
Deduzco entonces que a los eslovenos les gusta cantar. Y a mi me fascina. Solo puedo dar las gracias.
Visitar Liubliana y mejorar ese helado era la siguiente misión, y creo que lo conseguimos. No sé si ya es porque se ha convertido en una tradición para nosotros, pero visitar una ciudad donde hace frío en Navidad, me resulta mucho más encantador. Ver a la gente mega abrigada, pasear entre mercadillos buscando vino caliente, castañas, y descubrir las tradiciones de cada lugar se ha convertido en un regalo maravilloso.
Nos solemos reír además porque año tras año vamos con la misma equipación: mismo gorro, mismo chaquetón, mismos guantes… Sólo cambia el escenario, el decorado, pero qué cambios. En cada destino me gusta observar por ejemplo como transcurre para ellos el día 31. Si se ve más movimiento, si se notan nervios, si son escandalosos en las celebraciones. No sé, llamadme ridícula, pero me parece una parte muy importante del viaje.
Para nosotros nuestro 31 se ha convertido en aprovechar todo lo que podamos el día, buscar mientras tanto dónde comprar comida para llevar {si puede ser sushi, mejor 🙂 } y a última hora comprarla. La mayoría de las veces hemos cenado pronto en nuestra habitación o apartamento y al borde de la medianoche, intentamos conectar con las campanadas y nos tomamos nuestras uvas {enlatadas y que viajan con nosotros desde España} y si hay suerte, un poco de champán. Este año nos tocó chino {¡riquísimo, nos sorprendió!} y dos trozos de pastel que nuestra casera Martina nos dejó en la puerta y que ella misma había hecho. Cenaza, postre y nuevo año. Y no pido más. De verdad, qué gustazo da tomar una cena sencilla, comprada un poco antes, y disfrutar de la noche tranquilamente. Estoy segura que lo echaré muchísimo de menos cuando dejemos de viajar.
La naturaleza me fascina, me carga muchísimo las pilas y si puedo, intento incluirla en nuestros viajes; porque hay ciudades que me han fascinado muchísimo pero creo que ninguna se acerca a lo que he sentido rodeada de naturaleza. Para mi, lo mejor que pueda hacer el hombre se queda a un abismo de lo que el planeta puede regalarnos. No sé además donde leí que «hacer el primer día del año lo que quieras que sea tu año» da suerte para conseguirlo. Yo me agarro a un clavo hirviendo y me lo creo, así que nuestro primer día del año hicimos un pequeño trekking subiendo una montaña y nos rodeamos de bosque y lagos.
Qué poético, ¿no?. El primer día del año subimos una montaña.
Pues no sé, pero a mi me parece que no existe mejor forma que empezar así el año. Lo digo porque es así como he empezado el año, si me voy a mi adolescencia donde lo único que quería hacer era quedarme en casa viendo La princesa prometida el 1 de enero, también me parece maravilloso. ¿No hay moraleja aquí?. Tal vez lo único que necesitamos es disfrutar de ese «día especial» como más nos apetezca: así no habrá mejor manera de comenzar el año.
Estas fotos son del lago Bled, el lago Bohinj y alrededores. ¿Qué os transmiten?
¿Pero que pasa con los pueblos pequeñitos que también visitamos y que no puedo olvidar? Aquí os pongo algunas de sus fotos.
Y para desmitificar a Eslovenia como un país super frío, nos fuimos hacia la costa, al todopoderoso Mediterráneo, y visitamos uno de los pueblitos eslovenos más italianos: Piran . ¡Yo comí pizza y E rissoto! ¿Algo más que decir?
Como resumen: ha sido un viaje cortito, tranquilo, nos hemos adaptado a los tiempos de J y no nos hemos metido tanta caña como solemos hacerlo. Es evidente por las fotos que se nos nota más cansados {nuevos papis}, pero a pesar de todo, siempre siempre merece la pena.
Espero haberos dejado algunas pistas de lo que podéis encontraros en Eslovenia, por si algún día os animáis. ¡Beso!
2 Comments
Hola. He llegado aquí por casualidad y me ha gustado mucho este post. A veces se nos ha presentado Eslovenia en la cabeza como destino para ir, pero lo hemos descartado porque lo veíamos para pocos días. He visto tus fotos e investigado los lugares que has visitado y los de tu anterior visita y me han convencido. Gracias por traerlos. Te seguiré la pista.
Hola!!! Pues encantada de que hayas gastado parte de tu tiempo en escribir por aquí, mil gracias!
Si ya has pensado antes en visitar Eslovenia, estoy segura que te gustará Eslovenia. Si la visitas, no dudes en contarme 😉
Un abrazo.