Debería ser obligatorio llevarse un libro de viaje.
Debería ser obligatorio elegir ese libro de antemano, de la misma forma que buscas un lugar donde alojarte.
Yo lo elegí hace unas semanas cuando encontré «Nada es casual» de Margarita Rebelo Pinto. Trata de una mujer portuguesa con un buen trabajo y pareja, amante y amor platónico. Me pareció interesante y el hecho de que transcurriera en Portugal, me animó a elegirlo. Pensé que tal vez hablaba de cotidianidades que yo podría ver en mi viaje. Dos o tres días antes del viaje cometí el error de buscarlo en Goodreads y las valoraciones eran tan malas que me desanimé muchísimo.
Me decanté entonces por «La edad de la inocencia» de Edith Wharton. Lo tenía en casa y llevo tiempo con ganas de leerlo.
Y el primer ratito de paz, sentada en una playa, comencé a leer «La edad de la inocencia».
Por desgracia, mi viaje es corto y no voy a poder leer el libro entero. El hecho de que también esté escribiendo este cuaderno de viaje, me resta tiempo. Tan sólo he podido catarlo a ratitos de espera o cuando por fin decidíamos sentarnos y frenar un poco.
Debería ser obligatorio terminar ese libro durante el viaje.
No… no debería ser obligatorio, pero si leer la mayor parte de él.
Porque la asociación espacio-libro es otro de los puntos fuertes de la experiencia de un lector. ¿Qué pensáis? A mi me pasa que recuerdo muchísimo dónde he leído determinados libros. Supongo que será porque salí de casa a los 18 y no he vuelto hasta los 33 y porque he vivido en muchos sitios distintos; pero recuerdo dónde los compré, dónde los terminé, en qué lugar leía en los momentos más trascendentales del libro y mil tonterías más. No de todos mis libros leídos, por supuesto, sólo de aquellos que me han dejado huella.
Entendéis por qué, para mi, debería ser obligatorio llevarse un libro de viaje.
«De la edad de la inocencia» recordaré que el momento de más tranquilidad mientras lo leía, en el que me sumergí durante casi dos horas consecutivas acurrucada en una piedra incómoda y al lado de E, fue mientras esperaba la puesta de sol en el fin del mundo.
Si bien al principio, con el sol aún alto, estábamos casi solos y yo estaba más entre bailes de la alta sociedad neoyorquina del siglo XIX que sentada en el Cabo San Vicente, el espectáculo natural hizo relajarme y darle protagonismo a lo que sucedía ante mis ojos.
La puesta de sol frente al fin del mundo y un libro entre mis manos. La nota romántica de este cuaderno de viaje.
7 Comments
Hola, M. Ángeles
Nada más llegar de mi retiro de semana santa me encontré con tus tres entradas (tres!!!) y me las bebí (y las fotos son… qué ojo tenéis…)
Me encanta tu cuaderno de viaje. Me encanta que lo hayas dividido «por capítulos» y en cada uno hayas destacado algo. Hay que ver qué cosas tan bonitas nos traes en cuanto tienes un poquito de tiempo para ti, para escribir, para nosotros.
Ojalá no tardes mucho en traernos más entradas como estas (o de lo que quieras, tú ya sabes)
Te mando un beso enorme y espero que esta «recta final» te obligue a descansar un poco más y a tomarte un tiempo para ti.
Muchas gracias Lidia!!
Tenía muchas ganas de escribir e intenté plasmarlo como pude. Algún día salió mejor que otro 😉
Y con respecto a las fotos, no sé que tiene Portugal, pero las fotos siempre salen divinas. Supongo que será su luz.
Quería escribir uno más el último día, pero llegué agotada y durante la semana, imposible. Ahora me enfrento a la tesitura de si escribir un cuarto capítulo o no, porque ya no sería #cuadernodeviaje. Aunque me gustaría escribir lo que tengo pensado…
Espero que en ese retiro descansaras muchísimo. Besazo grande.
Estoy esperando esa cuarta entrada, que podría ser «Epílogo a un Cuaderno de viajes» 😉
Encontrarás el momento, ya verás.
Esta mañana escribí un mensaje. No sé si al final se envió correctamente. En cualquier caso, lo que te decía es que yo estoy esperando ese cuarto capítulo y que podría llamarse Epílogo a un cuaderno de viajes…
Un beso!!
¡Llegó ese comentario!!!!
La verdad es que me apetece, así que lo haré.. Si además tu me animas, ¡con más razón!
«Epílogo a un cuaderno de viajes»: ¡¡¡¡¡ME GUSTAA!!!!
¡Qué maravilla de entradas nos has regalado! Sabes, cada noche esperaba la nueva. Me fui unos días a casa, pero desde el jueves ya estaba en Villa Brandon, así que pude seguirte a diario y fue tan bonito…
Yo también relaciono libros con viajes, de hecho, empecé a hacerlo casualmente en Málaga hace justo diez años. Me compré en una librería de la ciudad «Harry Potter y la piedra filosofal» y lo leí estando allí. Es tan especial abrir el libro y ver ese «Málaga, abril 2009». Lo he seguido haciendo, me parece un recuerdo precioso.
¡Mua!
Hola Mónica.
¡¡¡Mil gracias!!!! Mi intención era escribir una más pero al final no pude… Si lees el #comentariorespuesta a Lidia, averiguarás en la tesitura en la que me encuentro 😉 😉 (creando tensión 😉 )
Me encanta lo que me cuentas de «La piedra filosofal» y Málaga. y «Málaga, abril 2009» me enamora. De hecho, yo siempre lo hago también (casi siempre a lápiz, porque creo que alguna vez mis libros pueden llegar a las manos a otras personas y les puede apetecer borrarlo… ¡en las cosas que pienso!) y suelo escribir mi nombre, mes y lugar. Cuando abro mis libros y veo sitios distintos me suele emocionar mucho. Pues… ¿no sería genial escribir el lugar donde lo leíste si fue de viaje??? ¡A mi me lo parece!!
¡Besazo muy muy grande!